La extensión correcta de un párrafo

párrafos

Hace algún tiempo me encargaron la corrección de un artículo relativamente corto, de unas cuatro o cinco páginas. Cuando empecé a leerlo, me di cuenta de que estaba compuesto por párrafos de una extensión idéntica. Cada uno tenía el mismo número de líneas, aunque muchos de los punto y aparte utilizados interrumpían la unidad significativa. Le sugerí al autor que era necesario corregir la estructura del texto, y más tratándose de un artículo de pocas páginas donde apenas había ninguna otra unidad jerárquica (capítulos, epígrafes, etc.). Su primera respuesta fue que a él le gustaba que todos los párrafos del artículo tuvieran la misma medida «porque quedaba más bonito».

Es verdad que el aspecto visual de lo que vamos a leer es importante. El texto debe ofrecer una buena imagen que invite a su lectura (un tipo y tamaño de letra adecuados, un buen uso de los recursos ortotipográficos, colores, etc.). La disposición de los párrafos en la página también influye: si hay pocos y muy largos, parece que la información está condensada en exceso. Si hay muchos y muy cortos, parece que las ideas se explican de manera inconexa o caótica. Ambas circunstancias dificultan la lectura.

El párrafo se distingue gráficamente en la página porque empieza en una línea nueva, con letra mayúscula, y termina con punto y aparte (o punto final si es el último). Sin embargo, las frases de las que se compone forman una unidad con valor significativo. La primera frase introduce la idea y las siguientes la desarrollan. Si pasamos a otro párrafo antes de cerrar el anterior con una frase final (con la que recapitulemos o terminemos de explicar la idea), no se comprenderá bien lo que queremos exponer.

Aunque existen diversas recomendaciones, no hay una extensión ideal para el párrafo. Depende en gran medida del tipo de texto: por ejemplo, en la escritura periodística se suelen utilizar párrafos más breves, porque las columnas de los periódicos son estrechas e incluso los párrafos más cortos parecen largos. Se impone la brevedad y la concisión. Por el contrario, un informe, un ensayo o una tesis suelen tener párrafos más largos que ayudan al desarrollo de ideas más o menos complejas. Según esto, influiría entonces el tipo de lector y de lectura: no es lo mismo querer informarse de algún asunto con rapidez que leer sobre algún tema en profundidad. El tipo de soporte también determina la longitud de los párrafos: no es lo mismo leer en papel que en una pantalla (el lector en pantalla invierte muy poco tiempo en decidir si lee un texto o no).

Los distintos manuales de estilo recomiendan unas 100-150 palabras por párrafo, pero no hay una regla exacta. Lo importante es saber que cada párrafo representa una idea (cuya unidad significativa no se debe romper) y las ideas pueden ser de muchos tamaños. Se puede variar la longitud siempre que sea necesario para mantener el interés del lector, añadir énfasis o alcanzar el ritmo que uno desea: pueden constar de una línea o de veinte.

En ficción, los párrafos largos a menudo muestran a un narrador introspectivo, que observa el exterior para examinarlo atentamente en su interior y transmitirlo de una manera consciente. En cualquier tipo de escrito, los párrafos cortos (de una sola línea o frase) ofrecen un golpe de efecto, sobre todo si se usan al final, aunque es mejor no abusar de ellos si queremos mantener un ritmo adecuado.

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